La ruta intermedia que se hace
por tierra consta de 10 kilómetros de ripio bien compacto, sin embargo las
bicicletas son las primeras en salir desde el transbordador, por lo que los
autos pasan y no dejan ver el camino, no hay mayores curvas por lo que sin los
autos el trayecto se haría muy fácil.
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El final de la ruta bimodal |
Íbamos los tres: Los dos catalanes y yo,
por esa ruta, la cual no nos dejaba claro si es que al otro lado las barcazas esperaban a
los ciclistas si se quedaban rezagados, por lo que no queríamos arriesgarnos, aceleramos durante toda la recta, logramos hacer el trayecto en
19 min… Aproximadamente a 30 km/hr promedio. Mi ciclocomputador solo bajaba de
los 30 km/hr en las cuestas, que si bien no eran tantas, la última me hizo
utilizar todos los recursos para subirla sin quedar mal parado. Llegamos al
otro lado antes que muchos autos, subiéndonos al segundo transbordador a eso de
las 3 de la tarde, a las 3:40 estábamos al otro lado, en Caleta Gonzalo, donde
la lluvia nos había dado la bienvenida, en un primer comienzo como una simple llovizna que no parecía que acabara ahí.
Me despedí de los dos catalanes que fueron a ver la posibilidad de alojar
en una cabaña aledaña a una cafetería que estaba a la entrada de Caleta
Gonzalo, yo en cambio, me fui hacía el primer camping, ya
decidido a no pedalear ese día producto de la lluvia que cada vez se hacía más
fuerte, armé mi carpa entre la naturaleza impactante de ese lugar. Ahí
intercambie palabras con tres ciclistas chilenos que venían saliendo del
camping, me comentaron que ese día iban a avanzar al siguiente camping, ubicado
a 15 kilómetros más al sur, nos deseamos buen viaje y ellos partieron.
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Mi carpa y la inmensidad de la naturaleza |
Yo en cambio compre algunas cosas
en el local y fui a la cafetería, donde podría cargar mis aparatos electrónicos
y ver si es que había algo de señal para dar noticias de mi paradero a mis
familiares. Al entrar me encontré con los catalanes que comían algo, me senté junto a
ellos mientras ellos reían por el hecho de estar refugiados de la lluvia
incesante al calor de una chimenea en pleno verano. Comencé a aprender de los
viajes, de la costa mediterránea y catalán, ya que entre ellos hablaban en la
lengua madre de su provincia, mientras uno de ellos hablaba español conmigo; sin embargo nos entendíamos bastante bien entre los tres. De ellos me quedaron
varias lecciones de viaje, entre ellas: “Que
todos los viajes son mejores luego que se hacen” y que “Una persona con todo el dinero del mundo, no era más feliz que
nosotros conversando en ese lugar”.
Gracias a ellos mi viaje se tornó
más reflexivo e interesante, no era solo recorrer, era buscar la felicidad, como
yo la había comenzado a experimentar en mi primer día de viaje, como se me
estaba presentado ahora, y como se presentaría en el resto del viaje.
Luego de comunicarme con mi gente, además de tomar una
cerveza y un café en el lugar, procedí a esperar que amainara la lluvia
incesante, pensando en el estado de mi carpa tomé mi bicicleta y me fui en
dirección al camping. En 10 minutos o menos de viaje el clima había logrado
mojarme de tal manera que mis guantes, chaqueta y pantalones estaban comenzando
a pasarse, por lo que llegue a mi carpa y me saque la ropa colgándola bajo
techo, esperando que al siguiente día se secaran con el viento que corría esa noche. Entré en mi carpa y noté que estaba mojada por dentro, pensando lo peor la moví hacia
un lugar seco bajo techo, que si bien no estaba habilitado para recibir carpas,
el guardaparques me había dado autorización producto e que era el único que ese día había llegado a ese sector del camping, al entrar nuevamente en la carpa noté que la carpa no se había pasado y
había sido mi ropa mojada la que había mojado la carpa, sin embargo ya hecho todo el esfuerzo de moverla, y por las dudas, preferí quedarme bajo techo
adentro de mi carpa esperando el sueño para terminar ese día.
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